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Start Dear Enemy das Parfum TEA1099H_3 b_de_cache

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Aquel sonido espantoso me heló la sangre en las venas.
-¡Dios mío! -dije con voz entrecortada-. ¿Qué ha sido eso? ¿Qué es lo que significa?
Holmes se había puesto en pie de un salto y su silueta atlética se recortó en la puerta del refugio, los
hombros inclinados, la cabeza adelantada, escudriñando la oscuridad.
-¡Silencio! -susurró-. ¡Silencio!
El grito nos había llegado con claridad debido a su vehemencia, pero procedía de un lugar lejano de la
llanura en tinieblas. De nuevo estalló en nuestros oídos, más cercano, más intenso, más perentorio que antes.
-¿De dónde viene? -susurró Holmes; y supe, por el temblor de su voz, que también él, el hombre de hierro,
se había estremecido hasta lo más hondo-. ¿De dónde viene, Watson?
-De allí, me parece -dije señalando hacia la oscuridad.
-¡No, de allí!
De nuevo el grito de angustia se extendió por el silencio de la noche, más intenso y más cercano que nunca.
Y un nuevo ruido mezclado con él, un fragor hondo y contenido, musical y sin embargo amenazador, que se
alzaba y descendía como el murmullo constante y profundo del mar.
-¡El sabueso! -exclamó Holmes-. ¡Vamos, Watson, vamos! ¡No quiera Dios que lleguemos tarde!
Mi amigo corría ya por el páramo a gran velocidad y yo le seguí inmediatamente. Pero ahora surgió, de
algún lugar entre las anfractuosidades del terreno que se hallaba inmediatamente frente a nosotros, un último
alarido de desesperación y luego un ruido sordo producido por algo pesado. Nos detuvimos y escuchamos.
Ningún nuevo sonido quebró el denso silencio de la noche sin viento.
Vi que Holmes se llevaba la mano a la frente, como un hombre que ha perdido el dominio sobre sí mismo, y
que golpeaba el suelo con el pie.
-Nos ha vencido, Watson. Hemos llegado demasiado tarde.
-No, no, ¡es imposible!
-Mi estupidez por no atacar antes. Y usted, Watson, ¡vea lo que sucede por dejar solo a Sir Henry! Pero, el
cielo me es testigo, ¡si ha sucedido lo peor, lo vengaremos!
Corrimos a ciegas en la oscuridad, tropezando contra las rocas, abriéndonos camino entre matas de aulaga,
jadeando colinas arriba y precipitándonos pendientes abajo, siempre en la dirección de donde nos habían
llegado aquellos gritos espantosos. En todas las elevaciones Holmes miraba atentamente a su alrededor, pero
las sombras se espesaban sobre el páramo y no había el menor movimiento en su monótona superficie.
-¿Ve usted algo?
-Nada.
-¡Escuche! ¿Qué es eso?
Un débil gemido había llegado hasta nuestros oídos. ¡Y luego una vez más a nuestra izquierda! Por aquel
lado una hilera de rocas terminaba en un farallón cortado a pico. Abajo, sobre las piedras, divisamos un objeto
oscuro, de forma irregular. Al acercarnos corriendo la silueta imprecisa adquirió contornos definidos. Era un
hombre caído boca abajo, con la cabeza doblada bajo el cuerpo en un ángulo horrible, los hombros curvados y
el cuerpo encogido como si se dispusiera a dar una vuelta de campana. La postura era tan grotesca que tardé
unos momentos en comprender que había muerto al exhalar aquel último gemido. Porque ya no nos llegaba ni
un susurro, ni el más pequeño movimiento, de la figura en sombra sobre la que nos inclinábamos. Holmes lo
tocó y enseguida retiró la mano con una exclamación de horror. El resplandor de un fósforo permitió ver que
se había manchado los dedos de sangre, así como el espantoso charco que crecía lentamente y que brotaba del
cráneo aplastado de la víctima. Y algo más que nos llenó de desesperación y de desánimo: ¡se trataba del
cuerpo de Sir Henry Baskerville!
Era imposible que ninguno de los dos olvidara aquel peculiar traje rojizo de tweed: el mismo que llevaba la
mañana que se presentó en Baker Street. Lo vimos un momento con claridad y enseguida el fósforo parpadeó
y se apagó, de la misma manera qué la esperanza había abandonado nuestras almas. Holmes gimió y su rostro
adquirió un tenue resplandor blanco a pesar de la oscuridad.
-¡Fiera asesina! -exclamé, apretando los puños-. ¡Ah, Holmes, nunca me perdonaré haberlo abandonado a
su destino!
-Yo soy más culpable que usted, Watson. Con el fin de dejar el caso bien rematado y completo, he
permitido que mi cliente perdiera la vida. Es el peor golpe que he recibido en mi carrera. Pero, ¿cómo iba yo a [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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  • Kiedy nie ma się czego bać, tchórz może być tak samo odważny jak każdy inny.

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